Walton me robó mi
dinero: Anita Ojeda
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Dramático relato de cómo el alcalde con licencia de
Acapulco y hoy candidato a gobernador la despojó de dos cheques con millonarias
sumas
Francisco
Javier Flores V.
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Doña Anita Ojeda. Exige justicia. |
La
indignación e impotencia se reflejan en el rostro de la señora Ana María Ojeda
Vinalay mientras suelta la pregunta que parece no tener respuesta:
-
¿Qué acaso mi compadre no se llena de tanto dinero?
Y
es que se refiere a uno de los hombres más ricos –y en este momento poderosos-
de Acapulco, nada menos que el presidente municipal con licencia y candidato a
gobernador del partido Movimiento Ciudadano Luis Walton Aburto, a quien sin
tapujos acusa de haberla despojado de dos cheques, uno por la cantidad de 175
mil dólares y el otro por un millón de pesos, además de negarse a pagarle una
deuda por 200 mil pesos que contrajo con ella hace algunos años.
En
su domicilio particular, en donde, enferma, pasa la mayor parte del tiempo
acompañada solamente por sus recuerdos, doña Anita Ojeda, como cariñosamente se
le conoce, hace un desgarrador relato de la forma en que, a base de golpes y
amenazas, fue despojada por Walton de los dos documentos bancarios: el de los
175 mil dólares que le dejó quien fuera su pareja sentimental, un conocido
empresario ya fallecido, y otro por un millón de pesos que le envió la señora
Beatriz “La Chata” Alemán a manera de indemnización, por un restaurante que a
doña Anita le ayudó a establecer su papá, el ex presidente de la república Miguel
Alemán Valdés.
Aquejada
por la terrible enfermedad del cáncer y prácticamente en la ruina, pues su casa
es la última propiedad que le queda y vive a expensas de una raquítica pensión,
Ojeda Vinalay, reconocida en la época dorada de Acapulco como una de las
mejores estilistas del puerto, y que debido a esa actividad se hizo famosa al
relacionarse con grandes personajes del jet-set, de la farándula y de la
política nacional e internacional, asegura que decidió hacer pública su
denuncia con el único afán de recuperar lo que le pertenece y poder ayudar a la
gente necesitada.
Cheque en blanco
En
la charla con el reportero, la dama –lúcida aún- no recuerda con exactitud las
fechas, pero sí guarda en la memoria el gran amor que se profesó con el
empresario Alfonso Córdova Mendoza, relación sentimental que no fue ajena a la
familia de éste, entre ellos su hermano Arturo, de los mismos apellidos
–propietario del hotel Las Hamacas-, y sobre todo el hijo de Alfonso, de nombre
Erick Alfonso Córdova, quien reside actualmente en Cuernvaca, Morelos.
Relata
que incluso fue en presencia de éste cuando el señor Córdova le extendió el
cheque del American Bank, con sede en San Antonio, Texas.
Mucho
mayor que ella, el empresario siempre le
decía: “Anita, cuando yo muera, te voy a dejar algo, haz sido una gran amiga”.
Y es que ella lo cuidaba, en todos los aspectos, al grado de no exhibirse
públicamente con él, o al menos no permitir que se le tomaran fotografías “para
evitar murmuraciones”. Cuenta que en cierta ocasión, Alfonso Córdova se
encontraba en Las Vegas, postrado, con la diabetes avanzada, y desde allá le
hizo una llamada telefónica.
-
Anita, tengo mucha temperatura, ya me vio el doctor
pero se me están cayendo los dientes.
Recuerda
que empacó ampicilina “y hasta unos mejorales creo que me llevé” –relata
divertida- y corrió al aeropuerto a tomar el primer avión hacia ese destino.
Llegando allá lo curó, lo colmó de cuidados. “Se puede decir que yo era pues
como su compañera”, rememora. Y fue allá en Las Vegas justamente donde conoció
a sus hijos Erick Alfonso y Calos Córdova, a quienes les dijo “miren, ella es su
madrastra”, acto que ruborizó sobremanera a la entonces juvenil Anita, al grado
de recriminarle: “Ay don Arturo, no les diga eso”. Sigue relatando:
“Es
más, te voy a ser sincera, el cheque me lo dio en blanco. Me dice ponle ahí la
cantidad que tu quieras, y lo firmó él y su hijo Erick lo firmó atrás.
Al
pasar el tiempo y tras la muerte de don Alfonso –que ella recuerda fue un 14 de
febrero, Día del Amor y la Amistad, en la
Ciudad de México- la señora Anita se vio en la necesidad de hacer
efectivo ese cheque. Para eso había dispuesto que le pusieran, en inglés, la cantidad
de 175 mil dólares “porque yo no quise abusar, porque de haber querido me quedo
hasta con propiedades, pero yo no soy así; él me dijo ponle lo que quieras pero
yo no iba a abusar, yo quise que fueran 175 mil dólares, y como el banco era
americano que se lo pusieran en inglés, porque yo no hablaba muy bien el
idioma”.
Dice
que en un principio pensó en recurrir a su amigo José Rubén Robles Catalán. “Yo
se lo iba a dar a él, él me lo hubiera cobrado, vino dos veces a la casa,
cuando era procurador (General de Justicia del Estado). Sin embargo pudo más la
confianza que en ese tiempo le tenía a su compadre.
-
¿Y por qué se lo dio a Luis Walton?
-
Yo le pedí que me ayudara a cobrarlo como mi compadre,
como abogado y aparte por la confianza. Si él me visitaba, venía aquí a comer
conmigo, a veces me decía: “Comadrita ¿qué hiciste de comer? No quiero ir hasta
Las Brisas (donde tiene su residencia)” y se quedaba aquí conmigo.
A
partir de ahí, la señora no volvió a saber del documento. Pasaron los meses y
los años, y cada vez que ella le
recordaba el asunto, asegura, Walton Aburto se hacía el desentendido, hasta que
le dijo, de plano, que el cheque lo había extraviado. En una de esas, incluso,
la llevó a un despacho que tenía en la calle Juan R. Escudero, en el centro de
la ciudad, y que compartía con el también abogado y hoy alcalde sustituto Luis Uruñuela Fey, su socio, lo mismo que con
la hasta hace poco secretaria General del Ayuntamiento, Magdalena Camacho Díaz.
La
metió a su privado y le mostró los cajones de su escritorio, al tiempo que le
decía:
-
Mira, para que veas, de aquí se me perdió, no sé cómo,
porque de este escritorio y de esta oficina nada más tenemos llave Luis
(Uruñuela) y yo.
Presa de la frustración, ella solamente atinó
a decirle:
-
Pues búsquelo
compadre, no se puede perder ese cheque.
Posteriormente
le llegaron informes de que Luis Walton se había presentado con los hijos de
Alfonso Córdova a querer hacer efectivo dicho cheque; sin embargo lo habría
hecho en forma grosera y prepotente, acción que no le pareció a los herederos.
Ante ello Erick Alfonso la buscó para decirle que sí estaban dispuestos a
hacérselo efectivo, pero que el trato fuera directamente con ella. Incluso aún
sin darles ella el documento, accedieron a enviarle desde Cuernavaca algunas
cantidades de dinero, de las cuales ella conserva los documentos bancarios que
lo avalan. Del banco Bancomer, por cierto, del que el señor Alfonso Córdova
Mendoza en vida fue consejero.
Entonces ella recurrió nuevamente a Walton
para pedirle el cheque, con el argumento
de que ella personalmente iba tratar con los hijos de Córdova.
“Le
dije, compadre, démelo, yo voy a negociar con los muchachos, ya ve que ellos
están desgastados económicamente, no están en condiciones de darme todo el
dinero. Ya ve que uno entiende, se vino la devaluación y eso, y los muchachos
estaban dispuestos a llegar a un arreglo conmigo”. Y es que los hijos de don
Alfonso, conocedores del trato que Anita le había prodigado a su padre, le
tenían cierta estimación.
Sin
embargo, lamenta, la postura de su compadre Walton siguió siendo la misma.
-
¿Cómo te lo voy a dar? Ya te dije que se perdió_ fue la respuesta tajante.
Doña Anita reconoce como un error gravísimo no
haberse quedado con alguna copia del tan llevado y traído cheque; todo, por la
confianza que le tenía a su compadre.
El Trucky’O
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Anita, la estilista del jet set. |
Anita
Ojeda era todo un personaje en aquel glamoroso Acapulco de los años sesentas y
setentas, incluso aún de los ochentas. Su oficio de estilista le llevó a
codearse con figuras de talla internacional como las actrices Briggitte Bardot,
Elizabeth Taylor y María Félix; políticos como Henry Kissinger, John F. Kennedy
y Miguel Alemán Valdés, así como el magnte financiero Charles Trouyet. Fue una
de las consentidas del ex goberndor José Francisco Ruiz Massieu, sólo por
mencionar algunos, agradecidos por la fina atención que les prodigaba tanto en
el Club de Yates, en Las Brisas y el hotel Malibu, como en el salón del
entonces hotel Continental –propiedad de Alemán- donde prestaba sus servicios
de estilista, primero como empleada, después como propietaria.
Recuerda
con profundo respeto y admiración el cariño que le prodigaban quienes a la
postre se convertirían en sus protectores, entre ellos el entonces director del
Club de Yates, Gilberto Guajardo, el empresario Trouyet y Miguel Alemán, siempre
ayudándole, siempre atentos a lo que necesitara.
Y
fue producto de ese cariño que el ex presidente de México, propietario de los
terrenos de lo que hoy es Plaza Marbella, le cedió una parte pegada a la playa para
que construyera un pintoresco restaurante, que Anita edificó con ayuda de
Charles Trouyet, estilo rústico, de palapa, diseño que corrió a cargo del
arquitecto Ricardo Olvera –hermano del notario Sergio Olvera de la Cruz, ambos
muy queridos por ella- y le puso por
nombre Trucky’O.
Era
un negocio exitoso, pues la clientela era practicamente la misma que
frecuentaba el servicio de estilista de Anita Ojeda, y se mantuvo por muchos
años. La concesión para operar en zona federal, por cierto, fue gestionada por
el propio Luis Walton, quien para ese entonces
ya se había relacionado con Miguel Alemán Valdés y comenzaba a administrarle
algunos negocios locales.
Con
la construcción de la Plaza Marbella, sin embargo, vino la remodelación de esa
zona y el responsable de la ejecución del proyecto, Jimmy Croffton, desconocedor
de los antecedentes y de que el negocio era una especie de herencia que le dejó
Miguel Alemán a Anita Ojeda, mandó demoler el Trucky’O, sin consentimiento de
Beatriz “La Chata” Alemán, quien a la muerte del ex presidente heredó la
propiedad.
Cuenta
la señora Ojeda que un abogado le sugirió entablar pleito legal, pero ella, por
el sentimiento de gratitud que le guardó siempre a Alemán Valdés, se negó.
Además de que con algunos de sus hijos guardaba cierta amistad, sobre todo con “Miguelito”
–como ella le llama cariñosamente- Alemán Velasco, el ex gobernador de
Veracruz, y con Jorge Alemán, a quien ella incluso acompañaba a recorrer el
hotel Continental y le informaba de
asuntos relacionados con la operación.
Añade
que sí quiso buscar a Miguel Alemán hijo para hacerle saber de la situación,
pero que posteriormente su hermana Beatriz, tal vez enterada de la injusticia
que se había cometido al despojarla del restaurante, le mandó pedir con Walton
informes, junto con los documentos que avalaran la propiedad que le cedió su
papá, y ella –confiada como siempre- le envió los originales sin quedarse con
copia alguna. Luego no supo más.
Despojo violento
El
rosto de doña Anita se ensombrece al recordar la tarde en que Luis Walton llegó
a su casa acompañado de su secretario del que sólo recuerda el apellido:
Saavedra. Se notaba que llevaba prisa porque así como estaba, enferma, sin
arreglar, le dijo: “Vente, acompáñame, ya encontré el cheque”. Y la subieron a
un jeep en el que el abogado acostumbraba transportarse, enfilando, dice, rumbo
a Costa Azul.
Era
tarde porque incluso recuerda que en el trayecto le hizo el siguiente
comentario:
-
Oiga compadre, como que ya no es hora para ir al
banco, ya ha de estar cerrado.
No
hubo respuesta, como tampoco visita a banco alguno. Su extrañeza creció cuando
observó que el vehículo se detenía justo en las oficinas de la Agencia Fiscal Estatal
de Costa Azul (Hacienda, le dice ella). Al entrar a dicho inmueble, según el
testimonio, observó a la entonces agente
fiscal Edith Hernández Felizardo, y ésta al verlos llegar se introdujo a una de
las oficinas desde donde, presume la señora Ojeda, estaría observando, “ya ve
que tienen vidrios polarizados”.
En
el edificio a esa hora ya no se encontraba ningún empleado laborando, más que
el vigilante que sin mayor problema les franqueó la entrada.
Ahí,
en presencia del secretario Saavedra, Luis Walton le puso enfrente el dichoso
cheque por 175 mil dólares que misteriosamente apareció y sin más le ordenó:
-
¡Endósalo!
-
Compadre, pero ¿por qué se lo voy a endosar si ese
cheque es mío?
-
¡Que lo endoses, te digo. Fírmale ahí!
Al
decir esto, comenzó a golpearla con fuerza en ambos brazos. La mujer, entrada
en años, adolorida por el cáncer y por los golpes, y ante la amenaza de que la
seguiría golpeando si no obedecía, optó por firmar el documento. Pero su
sorpresa fue mayúscula cuando de la bolsa de su camisa, Walton Aburto extrajo
un sobre amarillo, de donde sacó un cheque firmado por Beatriz “La Chata”
Alemán, amparando la cantidad de un millón de pesos. La orden fue tajante
nuevamente:
-
¡Endósalo también!
-
Oiga compadre, pero ¿de qué se trata? El primero según
que no lo encontraba, y ahora este reciente que me mandó “La Chata”; estos
cheques son míos, yo los puedo cambiar o depositar ¿por qué se los voy a
endosar?
Y
otra vez vinieron los golpes, todos ellos, dice en su relato, en los brazos,
causándole un fuerte dolor que no tuvo más remedio que firmar el otro también.
Todavía, menciona, alcanzó a tomar los cheques y se los llevó a su pecho, oprimiéndolos, como
tratando de protegerlos, acción que encolerizó aún más a su agresor quien de
inmediato reaccionó:
-
¡Suelta esos cheques, no los vayas a maltratar!_ le
gritó, al tiempo que se los arrebataba.
Acto
seguido Walton y compañía salieron y pretendieron dejar a la señora ahí, en las
gradas del edificio. Esta, sin embargo, imploró, pues por las prisas ni
siquiera había tenido tiempo de llevar su bolso, mucho menos dinero. Finalmente
accedió a regresarla a su casa, triste, adolorida, viendo cómo la esperanza de
haceerse de ese dinero que de buena fe le dieron, se esfumaba.
Desde las Pampas
Aunada
al despojo de los documentos bancarios, está una deuda por 200 mil pesos de la
que el ahora candidato a gobernador no se ha querido hacer responsable.
Cuenta
que en cierta ocasión, estando Luis Walton en viaje por Argentina, le hizo una
llamada telefónica para pedirle un favor especial, no para él, sino para uno de
sus parientes cercanos.
-
Comadre, préstale 200 mil pesos a mi hermano Raúl, y
yo me comprometo a que, llegando a Acapulco, hago que te los pague_ le dijo.
Era
tal la confianza que le tenía, y sus posibilidades económicas de ese tiempo se
lo permitían, que no dudó ni un segundo en hacerle ese favor a su compadre y,
sin más, entregó a Raúl Walton –médico de profesión, empleado del Instituto
Mexicano del Seguro Social- la cantidad requerida, para lo cual le firmó
solamente un pagaré simple.
El
compromiso de Luis Walton, sin embargo,
fue incumplido. Pasaron los años y el doctor se negaba a pagarle y el compadre
se hizo el desentendido.
Cuenta
que un día, obligada por la necesidad pues su situación económica y de salud ya
eran críticas, acudió a la Clínica 9 del IMSS, en el centro de la ciudad, en
donde Raúl Walton tenía su consultorio, haciéndose acompañar por el joven
Víctor Manuel Jiménez Alarcón –hijo del reconocido periodista, ya fallecido,
Don Mauro Jiménez Mora-; en ese entonces el muchacho trabajaba en el área de
Comunicación Social de la delegación, de la cual era jefe Rolando Paredes
Carrillo.
Al
entrevistarse con el doctor Walton, éste le dijo que al día siguiente pasaría a
verla a su casa muy temprano, que le tuviera listo el pagaré para entregárselo
y que él en ese momento le pagaría su dinero. Y efectivamente, a primera hora
del día siguiente se presentó al domicilio el deudor y de inmediato le pidió el
pagaré; sin embargo, lejos de entregarle el dinero que le debía, lo que hizo
fue, con una sonrisa burlona, romper en pedazos el documento y espetarle en la
cara:
-
A ver ahora cómo le haces para cobrarme_ le dijo.
Y
se retiró, tan campante. Años después murió el médico Raúl y con él también las
esperanzas de la señora Anita de que le pagara, pues fiel a su acostumbrada
falta de previsión, tampoco de ese pagaré guardó copia. Sin embargo no se le
olvida que quien le pidió el favor y se comprometió a garantizar el pago fue
Luis Walton Aburto.
Contactos perdidos
En
la actualidad, ha perdido toda comunicación tanto con los hijos de Alfonso
Córdova Mendoza como con los de Miguel Alemán Velasco. De los primeros dice que
al parecer cambiaron sus números telefónicos y a ella, enferma como está, le es
muy difícil viajar a Cuernavaca a buscarlos.
Con
los Alemán, recuerda que a “La Chata” en realidad la trató muy poco, pero que
con el ex gobernador veracruzano sí departió, incluso recuerda que estuvo en su
mesa “en la última reseñita de cine que hicieron en Acapulco”.
Revela
que, misteriosamente, de su domicilio, ahí donde ya enferma Walton iba a
visitarla y a comer con ella, desapareció su directorio telefónico, por lo que
perdió esos y muchos contactos más.
“Yo
a Alfonso lo quise mucho, a sus hijos, si no tienen que me den una parte, yo lo
acepto. Yo lo que quiero es el cheque de la señora Alemán, porque lo siento
como una herencia que me dejó el licenciado Alemán, en paz descanse, su papá de
ella, yo quisiera que me lo diera porque quiero ayudar a la gente que necesita.
-
Y lo necesita usted también...
-
Pues sí, ahorita
yo lo estoy sufriendo, pero gracias a Dios no me falta, porque me visitan
algunos amigos; mi seguro (pensión en el IMSS) apenas me alcanza, tengo que
pagar el teléfono, la luz, todo, ahorita no he pagado el agua, la tengo cortada
porque quise abonar 500 pesos y no me los registraron, me dio coraje.
-
¿Entonces cree que la señora Alemán ha de pensar que
usted cobró ese millón de pesos?
-
Sí, y yo no me he podido comunicar con ella. Supe que
vino, pero como le digo, a ella muy poco la traté..
Que tenga vergüenza
-
¿Entonces usted nunca quiso proceder por la vía legal?.
-
¿Cómo voy a ir pues?, si no tengo las copias.
-
Bueno, lo que podrían valerle serían, por ejemplo, el
testimonio de los hijos del señor Alfonso, que ellos asumieran...
-
Aquí están las pruebas, mira, aquí están los envíos,
donde ellos reconocen, por un lado. Nada más que ahora ya cambiaron sus
teléfonos y yo no puedo viajar, por los problemas que tengo.
-
Y por el otro lado, quien daría fe del cheque del
millón de pesos tendría que ser la propia señora Alemán.
-
Pues si, sería ella, pero le digo, yo no puedo viajar
y ella está más lejos.
-
¿Qué llamado le haría al presidente municipal, Luis
Walton?
-
Que tenga un poquito de vergüenza, porque yo no le
debo a nadie; que me pague para siquiera darle a la gente que yo conozco, que
no tiene para comer. Aquí viene un señor, le doy frijolitos con queso, con
crema, a veces cecina que me traen, chorizo, porque no tiene para comer. Es gente
que vive aquí también, cerca. No me iría yo, porque no puedo, pero sí mandaría
a alguien a repartirle a la gente.
-
¿Cree que Walton traiga ese cargo de conciencia?
-
Pues sí porque, digo, de que él tenga el dinero, ¿qué
no se llena de tanto? Digo, si tiene verguenza, porque yo no me quedaría con
nada que no fuera mío, porque así debe de ser el ser humano.
-
¿Con él no ha tenido comunicación, no lo ha intentado
buscar?
-
Si, fui a verlo, porque me hablaron y fui a la
oficina, y me regaló dos mil pesos, que por cierto no conocía el billete
azulito, como el de a 20, y me dice te lo voy a cambiar, no lo vayas a
confundir, llévate dos mil pesos. Después fui a verlo de nuevo, a la
Presidencia (palacio municipal) yo quería arreglar bien las cosas; entonces me
hablan, porque no me recibieron, y me dice el secretario (que ahora ya no está,
está otro): ¿Usted es la señora Anita Ojeda?, dice el licenciado Walton,
nuestro presidente municipal, que no la puede recibir porque está con el
gobernador. Así es que puro engaño, y yo no me quiero morir sin haberle quitado
algo, que es mío, porque yo no le tengo miedo a Walton.
-
¿La ha amenazado?
-
Yo no le tengo miedo, mi respeto para él, pero miedo
yo no le tengo, si manda gente a que me maten y eso, no le tengo miedo porque
para allá vamos todos.
Por
si las dudas, advierte ya para concluir, ha escrito una carta, certificada ante
notario, donde lo responsabiliza de lo que le pueda ocurrir a ella o a sus
familiates.