Bajo Fuego
* Crimen y política
José Antonio Rivera Rosales
José Antonio Rivera R. Periodista. |
Aunque fueron un duro cuestionamiento al partido en el poder, que perdió varias gubernaturas, las elecciones locales recientes permiten observar cómo se fortalece más un grupo político que otro, lo cual pasará necesariamente por la eventual pacificación de Acapulco.
En principio, queda claro que las elecciones constituyeron una clara debacle para el grupo político priista que jefatura Manlio Fabio Beltrones y su satélite en Guerrero, Manuel Añorve Baños. Por contraparte, se fortalece la figura e imagen del secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, quien sigue indemne pese a la maltrecha imagen del partido tricolor.
Así las cosas, para alcanzar el estrellato Osorio Chong está obligado a pacificar este puerto, catalogado ya como la ciudad más violenta del país, tal como lo prometió en sus más recientes visitas a tierras surianas, lo que de pasada se traduce como un espaldarazo a la gestión del gobernador Héctor Astudillo.
En concordancia con el mandatario guerrerense, algunas decisiones de las autoridades que encabeza Osorio Chong se tradujeron en una limpieza de los aparatos de búsqueda de información, como es el caso del llamado C4, cuyo personal fue removido para garantizar eficacia y secrecía en ese sensible servicio que, todos lo sabían, estaba totalmente penetrado por la delincuencia de toda laya.
Empero, esa acertada medida debiera complementarse con la depuración de la Policía Investigadora Ministerial de la Fiscalía General del Estado (FGE), muchos de cuyos integrantes sirven a dos amos, al igual que la Policía Preventiva Municipal (PPM) de Acapulco, algunos de cuyos mandos trabajan para las bandas del crimen organizado.
De todos modos, de acuerdo con los indicios que saltan a la vista, la decisión de atrapar a los líderes criminales se trasladó a la ciudad de México, donde las operaciones de seguimiento se llevan a cabo en el contexto de un grupo muy cerrado para evitar las fugas de información, todo bajo la supervisión personal del propio Osorio Chong.
Pareciera, pues, que la pacificación de Acapulco -que se convirtió ya en un referente para todo el país-, constituye una misión personal para el secretario de Gobernación. Y apenas hace bien.
Si Osorio Chong logra devolver la tranquilidad al puerto de Acapulco en el curso de los próximos meses, con seguridad se erguirá como uno de los más fuertes pretensos a la Presidencia de la República para los comicios de 2018.
Pero esa es una historia de connotación política que para nada interesa a la ciudadanía porteña, la cual sólo quiere recuperar la tranquilidad perdida y abandonar para siempre los momentos de zozobra y angustia.
Trascendidos fidedignos apuntan a que las operaciones de rastreo de jefes criminales que operan en Acapulco son puntualmente observadas por mandos superiores de la Comisión Nacional de Seguridad (CNS), bajo la supervisión de agentes experimentados en la caza de blancos excepcionales.
En este sentido, se trataría de un grupo especial -fuerzas de elite les llaman ahora- que desde las oficinas centrales de la Policía Federal traza la estrategia de seguimiento y aprehensión de un total de 30 objetivos criminales relevantes en el estado de Guerrero, señaladamente en el puerto de Acapulco. Algo parecido a la forma en que operaban las Fuerzas Especiales del Alto Mando en la Secretaría de la Defensa, que actuaban en cualquier parte del país sin consultar a nadie.
Significaría también que es desde los más altos niveles del poder donde se trabaja en serio para combatir a las bandas criminales que asuelan a Guerrero, en detrimento de los mandos regionales de las Fuerzas Federales que únicamente se dedican a patrullar la Costera Miguel Alemán.
Esta operación de seguimiento permitió la captura, primero, de Fredy del Valle y, después, del grupo de asesinos conocido como Los Rusos. Más recientemente, en el estado de Morelos fue capturado David Palma Analco, apodado El Deivid, uno de los más sanguinarios líderes criminales que ha padecido el puerto de Acapulco.
Fredy del Valle y David Palma figuran entre los fundadores y mandos principales del grupo criminal autodenominado Fuerzas Especiales en Defensa de Acapulco (FEDA) que, junto con otros individuos -entre ellos uno que trabajó muy de cerca con el capo Arturo Beltrán Leyva-, son los responsables de más de 50 asesinatos cometidos a lo largo de 2015.
Entre diciembre y enero, probablemente, estos cabecillas pactaron una alianza con La Empresa, formación criminal remanente del cártel de los Beltrán Leyva, alianza configurada para combatir a lo que queda del Cártel Independiente de Acapulco (CIDA), tras lo cual dio inicio a la oleada violenta que padece la ciudadanía porteña desde principios de año.
Si el lector observa con atención, en lo últimos días -precisamente después de la captura de estos delincuentes-, comenzó a disminuir la ola delictiva que mantenía en zozobra a la población.
De manera especial el llamado Deivid es señalado como responsable de los homicidios del regidor priista Jesús de la O Gallardo; de quien fuera Director de Reglamentos, Carlos Yebale así como de la masacre de cinco trabajadores del restaurante La Jaiba Loca, entre muchos otros homicidios. Una versión fidedigna apunta a que también secuestró y asesinó al periodista Jorge Torres Palacios, aunque es una especie en proceso de confirmación.
Si la fuerza de elite de la Policía Federal continúa con esta racha exitosa, entonces podremos decir que Osorio Chong está cumpliendo la palabra empeñada. Faltan aún otros mandos criminales que deben ser llevados ante la justicia. Esperemos que esta limpia ordenada desde el olimpo del poder llegue a feliz término. La población lo merece.
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