Bajo Fuego
* Bandera Azul
José Antonio Rivera Rosales
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El autor. |
Contra lo que pudiera
pensarse, la violencia jamás provocó el retiro del turismo internacional ni de
su contraparte nacional.
Con sus abusos, fueron los propios prestadores
de servicios turísticos los que abonaron al retiro de la afluencia de
visitantes extranjeros, especialmente el turismo norteamericano y canadiense,
situación en la que no están libres de responsabilidad las cadenas hoteleras
con asiento en el puerto de Acapulco.
De acuerdo con un análisis del consultor en
materia de turismo José Cedano Galera, entre 1987 y 1996 -es decir, antes de
que comenzara la vorágine de violencia criminal que padece gran parte del país,
especialmente el estado de Guerrero- el flujo de turismo extranjero al puerto
de Acapulco se redujo en casi un 40 por ciento, lo que modificó para siempre la
ecuación 90-10 de la que disfrutaba la economía porteña, cuyos principales
ingresos por turismo internacional se vinieron por tierra.
La ecuación 90-10 aludía a la presencia de
flujos de turismo extranjero en un 90 por ciento, contra un 10 por ciento de
visitantes nacionales.
Por contraparte se incrementó el turismo
nacional que, por desgracia, cuenta con una menor capacidad adquisitiva, lo que
generó desde esos años (fines de los ochenta) una severa crisis en la economía
del puerto, cuyos ingresos dependen en más del 90 por ciento de la industria
turística.
Para que quede claro: fue a fines de los 80
y principios de los 90 cuando se retiró el turismo internacional de Acapulco,
por motivaciones relacionadas más con el mal servicio, el agotamiento del
modelo de sol, playa y servicios abundantes; la contaminación de la bahía y una
política turística deficiente, lo que incluye por supuestos los abusos de los
prestadores de servicios.
Cedano enumera de la siguiente forma los
factores que provocaron la declinación del turismo extranjero: escasa renovación
de la infraestructura, nuevas tendencias del turismo, escasa diferenciación con
otros destinos semejantes, desarrollo de la oferta extrahotelera, capacidad de
carga urbana rebasada, ambulantaje descontrolado, falta de liderazgo en el
gobierno, corrupción y manejo de recursos públicos de manera poco transparente,
entre otros varios factores.
En ningún caso Cedano menciona a la
violencia como un factor de distanciamiento sino hasta el 2007, cuando
comienzan a darse los choques generados por los grupos criminales, a lo que el
especialista agrega: “Falta de manejo de imagen en medios masivos de
comunicación, pérdida de grandes eventos, pérdida de competitividad, promoción
y publicidad escasa e inadecuada, pérdidas de vuelos directos y una ley estatal
de turismo obsoleta”.
Lo que hemos presenciado en esta crisis del
turismo es un desinterés de las propias compañías de servicio, especialmente
los hoteles, por recobrar y renovar el atractivo que el puerto, en tanto
producto del que subsisten decenas de miles de familias guerrerenses, puede
ofrecer a los visitantes. Además, claro, de la ineptitud de quienes han sido
responsables de la Secretaría de Turismo, tanto federal como estatal.
Aún así, el puerto comenzó a recibir en las
últimas temporadas verdaderas oleadas de visitantes que, no obstante la
violencia recurrente en su proximidad, siguen llegando para disfrutar del clima
extraordinario y la naturaleza imponente de este destino.
Ya desde el año pasado, de manera
sorprendente, el puerto tuvo una afluencia extraordinaria que con seguridad se
repetirá en la presente temporada invernal, en la que las autoridades esperan
no menos de medio millón de turistas de todos lares.
Como la experiencia lo ha demostrado, es
perfectamente viable recobrar las corrientes de turismo nacional y extranjero
-turismo norteamericano, canadiense, europeo-, tal como plantean tanto el
gobernador Héctor Astudillo como el alcalde Evodio Velázquez, empeñados ambos
en repuntar la industria turística que ha mantenido presencia en Acapulco los
últimos 50 años.
Por ello es estimulante atestiguar que dos
playas de Acapulco -Icacos y Revolcadero- mantienen vigente la certificación
internacional Blue Flag, lo que garantiza a los visitantes cuatro condiciones:
información y educación ambiental, calidad del agua, gestión y manejo
ambiental, así como seguridad y servicios abundantes.
La certificación internacional Blue Flag
(Bandera Azul) es concedida a playas en más de 20 países de Europa, 5 de
Oriente Cercano, 3 de África, 9 de América y una en Oceanía. En México sólo
cuentan con esa certificación los estados de Baca California Sur, Nayarit,
Jalisco, Veracruz, Oaxaca, Quintana Roo y, por supuesto, Guerrero, donde además
de Acapulco otras dos playas de Zihuatanejo alcanzaron la citada certificación.
Para emitir una postura sobre una playa
determinada, esta importante certificación conjuga la participación de la
Fundación Europea de Educación Ambiental (FEEE), la agencia de Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA), la Organización Mundial de Turismo (OMT), la
Federación Internacional de Salvamento y Socorrismo (ILSE), la Agencia Europea
del Medio Ambiente de la Unión Europea (UE), la Unión Europea para la
Conservación de las Costas (EUCC) y la Unión Internacional para la Conservación
de la Naturaleza (IUCN).
Como se puede observar, no resulta fácil
sobrepasar filtros tan rigurosos para alcanzar una Bandera Azul. Por eso es tan
importante contar con dos playas certificadas en el puerto de Acapulco.
También por ello es importante que, para la
presente temporada, el gobierno federal garantizó la presencia de dos mil
agentes federales destinados única y exclusivamente para cuidar al turismo, lo
que constituye una de las condiciones básicas para lograr el estatus de playa
certificada.
Además, en consonancia, los gobiernos de
Astudillo y del joven alcalde Evodio Velázquez conjugaron los elementos
necesarios para inaugurar una nueva oficina denominada Centro de Atención y
Protección al Turismo (CAPTA), que será la entidad responsable de articular
políticas públicas de atención al turismo, con el fin de garantizar una feliz
estadía en los destinos guerrerenses.
Esperemos que esa sea la tónica en lo
sucesivo para salvar la actividad turística. En el próximo enero veremos si la
estrategia funciona… si es que los prestadores de servicios turísticos no
vuelven a cometer los abusos de siempre.