Bajo Fuego
· Volver al
pasado
José Antonio Rivera Rosales
El autor. |
Como en un mal sueño, la
secuencia lineal de una aventura onírica a veces nos lleva a caminar en un
laberinto sin fin en el que, indefectiblemente, la historia se repite.
Es lo que parece estar sucediendo en México,
donde la evolución de los acontecimientos parece llevarnos al reencuentro del
punto de partida, en el que los viejos capos del narcotráfico -ya repuestos de
su estadía en prisión todos estos años-, parecen estar dispuestos a regresar
por sus fueros.
Es el caso de, por citar un perfil emblemático,
Rafael Caro Quintero, quien recién salido de prisión en 2013 de inmediato
procedió a poner distancia del gobierno mexicano para evadir un juicio de extradición que eventualmente lo colocaría en el umbral
de una prisión norteamericana, el terror de todos los capos de la droga.
Caro Quintero, el emblema de los capos de la
década de los 80, estuvo en prisión 28 años tras lo cual salió libre en agosto
de 2013. Su caso, prototipo de la corrupción del Estado Mexicano, cobró
notoriedad cuando en 1984 su rancho “El Búfalo” fue expuesto ante los medios de
comunicación, lo que causó un escándalo político gigantesco.
No era para menos: ubicado en el estado de
Chihuahua, su rancho contaba con cuatro mil hectáreas sembradas con marihuana
que estaban bajo resguardo de un mando militar y tropas. El sembradío contaba
con sistema de irrigación, asistencia técnica y todo lo necesario para ser
considerado un campo de cultivo de élite.
Versiones dignas de crédito apuntan a que
este caso particular de corrupción en el que participaba personal de mando del
Ejército Mexicano, fue revelado por Enrique Camarena Salazar, efectivo de la
agencia antidrogas estadunidense (DEA), quien lo hizo público causando un
fenomenal escándalo. Jamás se lo perdonarían.
Con Ernesto Fonseca Don Neto, Miguel Ángel Félix Gallardo y otros capos de entonces,
Caro se dio a la tarea de perseguir a Kiki
Camarena, hasta finalmente atraparlo y torturarlo hasta la muerte, lo que
ocurrió en 1985. En el episodio, según diferentes versiones filtradas a la
prensa por la DEA, habrían participado altos funcionarios del gobierno
mexicano.
Ahora, a la distancia, sabemos cómo
funcionaba el modelo de impunidad y protección a los barones de la droga
mexicanos: en realidad se trataba de un pacto de conveniencia con la Agencia
Central de Inteligencia (CIA), según el cual los jefes del narco proveían
suministros para la contra nicaragüense a cambio de permitir el tráfico de
drogas.
Inclusive, de acuerdo con nuevas vertientes
de la historia, conocidas por confidencias hechas públicas por exagentes
norteamericanos encargados perseguir el tráfico de drogas, desde aquella
agencia norteamericana, la CIA, se dio el visto bueno para el asesinato del
agente Kiki Camarena.
A ese nivel de degradación estaban las cosas
en la primera mitad de la década de los 80. El escándalo fue tal, que cimbró a
diferentes personajes del gobierno mexicano, los que se vieron obligados a perseguir
y encarcelar a los capos de la droga que integraban entonces la alianza de
intereses que se conocía como Cártel de Guadalajara.
¿A qué viene esta historia?
Bueno, 28 años después, fuentes conocedoras
del entorno en que se desenvolvieron los traficantes de aquella época,
consideran que llegó el momento en que las cosas vuelvan a ser como eran antes:
es decir, que los traficantes de droga se dediquen a traficarla y que los terceros
y cuartos que llegaron a roles de mando se vayan a sus casas…o a una tumba.
Trascendidos dignos de crédito, que
coinciden en lo fundamental, apuntan a la misma ruta: varios de los viejos
capos resolvieron retornar por sus fueros y en 2016 tomarán el control del
tráfico de drogas en México.
Ello propiciará, como es lógico suponer, una
nueva oleada de violencia por el control de rutas, territorios, logística y
droga en todo el escenario nacional, pero particularmente en las áreas
geográficas que controlaban originalmente los viejos capos.
Según la versión, este proyecto estaría
encabezado por Caro Quintero -enfurecido porque el gobierno mexicano pretende
despojarlo de una parte sustancial de sus capitales, ocultos en otros países-,
sin tomar en cuenta todos los años que pagó con prisión.
Así, con el respaldo de su riqueza, los
capos actuarían en concertación para desplazar a los jefes actuales de las
bandas criminales que pululan por todo el país sembrando el terror entre
decenas de miles de familias mexicanas (¿recuerdan los 26 mil desaparecidos,
que con seguridad están muertos?).
Tal como lo describen las fuentes, lo que se
avecina en México, probablemente en el segundo semestre de 2016, es una nueva
oleada de violencia por el control territorial que muchos delincuentes menores
usurparon a los verdaderos jefes del tráfico de drogas, el negocio que pretende
restablecer en toda su magnitud esta alianza de barones de la droga.
Eso significaría que sus embates estarían
dirigidos, también, contra los secuestradores y los extorsionadores que se han
volcado a despojar a muchas familias de lo poco que tienen. En la lectura de
estos personajes, el narcotráfico volvería a ser lo que era antes: sólo un
trasiego de drogas que, en compensación, mantendría una sana distancia de los
intereses de la población.
“Ahora todas las patas son jefes”, era la
descripción, propia del caló delincuencial, que usaba una de las fuentes para
definir lo que sucede en la actualidad, en la que los jefes de las bandas
delincuenciales asesinan a ciudadanos si no pagan la cuota exigida.
“El peor error del gobierno fue haber matado
a Arturo Beltrán, que mantenía a raya a los lacrosos”, remató la fuente con esa
lógica simple y, al mismo tiempo, aterradora, con la que el lenguaje popular
describe los episodios convulsos en que subsisten todos los mexicanos en lo
general, y los guerrerenses en particular.
Esto es: estamos parados frente a una
tormenta perfecta cuya trayectoria amenaza con atropellarnos. A todos los
mexicanos.
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