viernes, 18 de diciembre de 2015

Nada Personal. Crónica de un violento ataque. Por Kenia Guzmán Pérez

Nada Personal

·         Crónica de un violento ataque
  
Por Kenia Guzmán Pérez

La autora.
Alrededor de las 9 de la noche de ayer martes, cuando muchos ya nos disponíamos a dormir, se escucharon varios balazos que, por la cercanía, lastimaron los oídos. Pasaron unos cuantos minutos y se oyeron más disparos. “¡Tras!, ¡tras!, ¡tras!, ¡tras!”, retumbaron agudos entre  las oscuras callecitas y andadores empinados de las partes altas de La Providencia, colonia que pega con los límites de un cerro del Parque El Veladero.
La gente se metió rápido a sus casas. Pasaron  unos minutos de silencio. “Fue aquí cerquita mami”, me dijo mi hijo que platicaba con otro niño. Nos asomamos al balcón y también unos vecinos comenzaron a salir sigilosos y con señas preguntaban ¿qué pasó?, ¿dónde fue? “Pa´rriba”, respondió uno.
Y así fue. Comenzaron a subir las patrullas de la Preventiva, luego las camionetas de la Policía Federal y por último los militares, maniobrando y resbalando por las calles, donde sólo entran pequeños autos. La oscuridad se alumbró de relampagueantes sirenas y luces fosforescentes.  Nunca antes había pasado un hecho así en mi colonia.
Hace como 6 años ocurrió algo similar cuando atentaron contra la vida de un comandante de la Judicial que vivía por este rumbo, pero al cual no lograron matar. El policía, quien tenía fama de “bravo”, repelió la agresión de inmediato y también, dicen, les dio. Los sicarios esa vez subieron y bajaron por mi calle como alma que lleva el diablo a bordo de un taxi azul.
Pero esta vez, entraron y bajaron por otras calles, que no se vio quienes fueron. Cerca de la humilde vivienda, se atiborró de policías y gendarmes que detenían a los medio sospechosos y hasta revisaron niños y adolescentes. “¡Já! Compas, dijo un vecino, esos batos ya van lejos  y ni son de aquí. Le hacen a la mamada los polis”. Los que vivimos hasta la entrada no supimos quienes fueron las víctimas. Nos dormimos con la duda. A la media hora ya no había nada. Nada más bajaron ambulancias con un herido y más patrullas.
Por la mañana del 16, la noticia ya era conocida. Habían matado al “Angie”, un joven homosexual, su abuelita y a otro joven. Y hasta al perro de la casa mataron. Porque cuentan que los sicarios les dispararon desde el techo, abriendo las láminas galvanizadas. Al parecer uno corrió y más adelante lo ultimaron sobre un callejón, despedazándole la cabeza. Las fotos son terroríficas: ahí yace el Angie, y una anciana recostada sobre una cama llena de ropa, donde al parecer ya descansaban. Y junto a ellos el fiel guardián ensangrentado también.
Nadie quiere comentar nada. Nadie sabe nada, aunque lo sepan todo. Lamentan la muerte de la señora quien “sin deberla ni temerla”, murió de esa manera. ¡Qué feo es sentir este miedo y esta inseguridad que acampa cerca de tu casa!





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