lunes, 23 de octubre de 2017

Chicotazos * SNRP: La resurrección Por Francisco Javier Flores V.

Chicotazos

* SNRP: La resurrección

Por Francisco Javier Flores V.

Julio Vázquez. Liderazgo.
Cuando hace poco más de dos años quien esto escribe se enteró –de oídas- que el Chicharrón se andaba moviendo para buscar la dirigencia en Acapulco del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP), dos pensamientos vinieron de inmediato a mi mente, el primero en forma de interrogante aderezado de sarcasmo: ¿A poco todavía existe eso? Y el segundo de plano cargado de escepticismo, incredulidad y franca repulsión: “¿El Chicharrón para líder? ¿Bueno que no lo conocen? Si acaso queda algo de ese sindicato ¡se lo va a acabar! 

A propósito del reciente Segundo Informe de Actividades rendido hace unos días ante los agremiados con la presencia de algunos invitados de honor, y sobre todo por cierta controversia que se ha generado al seno de la organización gremial, bien vale la pena hacer unas modestas reflexiones en torno al desempeño de José Julio Vázquez Hernández como secretario general de la Delegación XXV de esa organización sindical con presencia nacional en la figura de Fernando Olivas Ortiz.

Por principio de cuentas, habría que poner en su justa dimensión las condiciones en que se encontraba la Delegación XXV tanto en su estructura organizacional como en su edificio sede. Era, simplemente, un cadáver gremialmente hablando y las instalaciones una tumba a la que ni las moscas se acercaban.

Esta situación cambió de manera radical tras la llegada de José Julio a la secretaría general. A dos años de distancia, hoy el SNRP en Acapulco es una organización viva, actuante y participativa en la atención de los asuntos que tienen que ver con la actividad de los comunicadores porteños, hay que aclararlo, obviamente, de aquellos que se encuentran afiliados al sindicato.

El edificio sede, al que se le habían suspendido literalmente todos los servicios, hoy no solo cuenta con las elementales energía eléctrica y agua, sino además servicio telefónico, internet y un par de computadoras para quienes requieran utilizarlas en el desempeño de su trabajo. Hay incluso una secretaria que atiende en horarios de oficina y hasta aire acondicionado, amén de la remodelación que el dirigente gestionó en las dos plantas y que incluyó tener hasta unos sanitarios dignos.

Esta resurrección experimentada por el sindicato de periodistas ha motivado a quienes se habían alejado estén regresando. Figuras de la vieja guardia del periodismo porteño ven con simpatía el dinamismo que le ha impreso el popularmente conocido como “Chicha”. Personalmente en años anteriores intenté afiliarme y quienes en su momento estuvieron en la dirigencia simple y sencillamente me bloquearon. Hoy sin tanto pretexto ya estoy adentro.

Sería no solamente injusto, sino hasta ingrato regatearle los logros al buen “Chicha”, un personaje que si bien no se ha destacado por su trayectoria periodística, sí está poniendo el ejemplo de trabajo en esas lides de representar a sus agremiados y, sobre todo, a procurarles beneficios. Enumerar la gran cantidad de éstos que el dirigente ha conseguido sería ocioso, baste con mencionar los lentes gratuitos conseguidos hasta en dos ocasiones, útiles escolares para los hijos, despensas, licencias de conducir a bajo costo, apoyos económicos a quien lo ha requerido, para gastos funerarios, médicos, acompañamiento a compañeros enfermos, entre muchos otros.

Destacada ha sido también la defensa de los derechos de los integrantes del Fondo de Apoyo a la actividad de los Periodistas (FAP), beneficio al que por cierto no son pocos los que ha ingresado gracias a sus gestiones, como también la solidaridad que se ha manifestado incluso saliendo a las calles a protestar, cada vez que ocurren agresiones a periodistas, sean locales o del interior de la república.

Decir que como dirigente y ser humano es perfecto sería pecar de ingenuo. Como cualquier persona José Julio Vázquez Hernández no está exento de cometer errores, de equivocarse en la toma de alguna decisión, y ahí es cuando quienes integran su círculo cercano de colaboradores deben de orientarlo o asesorarlo a fin de enderezar el rumbo.

De eso, a pretender desestabilizar la organización sindical generando un conflicto que podría resolverse en una simple plática hay mucha diferencia. Quienes actualmente promueven la destitución del dirigente deberían volver un poquito la vista hacia atrás, y ver si no tienen alguna cola que les puedan pisar. En lo personal considero que no hay peor ingratitud que generarle problemas a alguien que en su momento intercedió a favor incluso para obtener beneficios económicos.

En el último de los casos, si alguien no se siente a gusto dentro de un gremio por dignidad podría renunciar a él de manera decorosa. Quizá sea tiempo de reflexionar y en un ejercicio de madurez reconocer errores y tratar de limar asperezas, lejos de andar promoviendo ante la dirigencia nacional un golpe de estado. Por cierto, mal haría el dirigente Fernando Olivas en segur ese juego. Por su experiencia y buen criterio, esperemos que no.

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