sábado, 6 de enero de 2018

Nada Personal * Los Reyes Magos, ayer y hoy Por Kenia Guzmán Pérez

Nada Personal

* Los Reyes Magos, ayer y hoy

Por Kenia Guzmán Pérez

Día de Reyes.
A pocas horas de la llegada de Los Reyes Magos, esta tarde -5 de enero- fui a comprar los juguetes para mi hija la más pequeña. Visité varias tiendas buscando el juguete que me pidió y que nunca lo encontré. Encontré uno similar y lo compré y hasta me salió más económico para poder comprarle otro más.

Pero en las vueltas que estuve dando y que he dado cada año en los últimos 18 años que llevo festejando haciéndola de "Reyna Maga"; me he percatado de la desesperación, de la crisis en que se entra en estos días para poder complacer a los hijos pequeños. 

Mamás y papás obreros o empleados, estresados porque el juguete que pidió el niño o la niña no lo conocen, preguntan en la tienda por él y al encontrarlo se dan cuenta que cuesta más de mil pesos.

Me encontré con una señora que buscaba una gatita o perrita brincadora, que pidió su niña y se fue para atrás cuando supo el precio. Y se desilusionó y compró algo más económico.

Ví parejas de padres jóvenes contentos e ilusionados comprando juguetes que tal vez son para el único hijo que tienen y no sabían que comprarle.

Hoy en día hay infinidad de juguetes electrónicos, muñecas clásicas tipo bebé, barbies, estrafalarias, normales, de Ponygirls, de las caricaturas. Carritos de todo tipo y tamaños. Juegos de mesa y "fábricas" para hacer pasteles, dulces, chocolates. Juegos de cosméticos y casitas de muñecas. 

Muñecos para niños, monos raros y de tipo animal y en fín...es un mundo de fantasía que no sabes ni que comprar. Hay padres que hoy compraron para sus hijos x-boxs, tablets, Ipads o hasta teléfonos celulares.

Hoy recuerdo que cuando yo era niña, tal vez porque crecí en un pueblo muy apartado y pequeño, no era tan complicado para mí y mis papás. Me tocó vivir en mi infancia las primeras muñecas que caminaban y decían "mamá". Aunque las anunciaban en la televisión, me compraron una muchos años después que fuimos a la Ciudad de México en una navidad. Fue tal vez la única muñeca cara que yo tuve.

De ahí en adelante siempre fueron muñecas sencillas tipo bebé que vendían en todos lados. Mis jueguitos de Té de plástico que vendía una tía abuela en el mercado de Tlapehuala. Muñecas de trapo con la cabeza de plástico duro. O esos jueguitos de muebles de madera que vendían los artesanos de fuera. Sin faltar las muñecas de cartón de la Feria de San Lucas, Michoacán que cada año nos llevaba mi abuelita a la casa cuando nos visitaba. 

La vida no era tan complicada para los niños y para los padres en ese entonces. Los niños no eramos exigentes con los Reyes Magos. Nos traían lo que querían y no decíamos nada. Los llevábamos al otro día a la escuela primaria para jugar con los amiguitos que también llevaban sus humildes juguetes.

Hoy muchos padres tienen que pedir préstamos en sus empleos o empeñar algo para poder comprarle un juguete caro a su hijo, peor el que tiene tres; endeudándose desde ahorita para todo el año. Todo por querer complacer a los pequeños.

La mercadotecnia y la acelerada tecnología en los juguetes hacen que cada vez los niños (y los adultos) nos volvamos más exigentes en nuestros gustos, que sólo dura unos instantes o unos días para ellos. El encanto de un juguete dura poco para un niño. Así sea caro o barato. Y resulta inútil el endeudarse por querer complacer a un niño que aún no alcanza a valorar lo que tiene, tan sólo por el deseo al verlo en la televisión y sostenerlo en sus manos. Algunos me dirán que no. Que les encanta ver sus sonrisas de satisfacción, el brillo de sus ojitos cuando lo descubren y el acostarte a dormir satisfecho sabiendo que cumpliste como papá o como mamá. Algunos que en su infancia nunca tuvieron los juguetes anhelados, por la pobreza o indiferencia de sus padres; hoy lo hacen con sus hijos o con sus nietos. Todo es válido y cuestión de criterios. 

Pero a decir verdad, cómo han cambiado los tiempos. ¡Los Reyes Magos han cambiado bastante!

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