sábado, 16 de abril de 2016

Columna política. Bajo Fuego. * Relevos en el panismo. Por José Antonio Rivera R.

Bajo Fuego

·        Relevos en el panismo

José Antonio Rivera Rosales

José Antonio Rivera R. Periodista.
Aunque no se han visto consumidos por la hoguera de Ayotzinapa, los panistas locales de Acapulco han demostrado que saben jugar rudo cuando es necesario.
   Esto se observó claramente a partir de líos judiciales en los que se han visto envueltos algunos panistas de militancia relevante, lo que ha enturbiado la imagen del panismo local de cara a los comicios presidenciales de 2018.
   En los noventa, con la dirigencia que encabezó Enrique Caballero Peraza, Acción Nacional mantuvo un crecimiento excepcional de la mano del ideólogo de ese partido, Carlos Castillo Peraza, líder del panismo nacional. En varias ocasiones los panistas recibieron la visita primero de Castillo Peraza y, poco después, de Felipe Calderón Hinojosa cuando ambos, considerados entonces entre los más brillantes cuadros de la derecha, fungían como líderes nacionales de ese partido.
   Fue un crecimiento vertiginoso no tanto en la nomenclatura de ese partido, sino en la calidad de su militancia. Son inolvidables los textos de Castillo Peraza, a quien se consideraba genuino representante de la derecha inteligente, en una revista de circulación nacional en la que expresaba puntos de vista inclusive sobre temas teológicos. Castillo Peraza era, en verdad, un verdadero precursor del nuevo panismo en México.
   Tiempos aquellos…
   Pero ahora el panismo, de la mano de dirigencias cerriles, ha caído  en un marasmo del que apenas destacan algunos cuadros jóvenes que buscan renovar la imagen de ese partido político para transformarlo en una opción política viable para las nuevas generaciones.
   Es el caso, por lo menos, de Acapulco, donde cuatro fórmulas intentan arribar al liderazgo más importante del PAN en Guerrero, que acuerpa la mayor membresía partidaria en todo el estado, aunque apenas por encima del panismo taxqueño.
   Llaman la atención por lo menos dos fórmulas: la que integra Jorge Pérez Salas y la encabezada por Enrique Castro Soto, ambas seriamente cuestionadas.
   Pérez Salas está imputado por la Fiscalía General del Estado como autor intelectual del asesinato de Braulio Zaragoza Maganda, uno de sus cuadros importantes, ocurrido en septiembre pasado en el hotel El Mirador. Aunque ha clamado su inocencia e inclusive lleva como compañera de fórmula a la viuda, el simple hecho de que está bajo sospecha actúa de manera terminante en su contra.
   Castro Soto pues…bueno, tampoco parece ser la mejor opción.
   Desde que fue designado por Ángel Aguirre como secretario de Desarrollo Económico, como producto de la negociación político-electoral, Castro Soto fue visto como un oportunista que realmente poco hizo en favor de la economía de Guerrero, envuelto como estaba en un mar de frivolidad que se generaba en la propia administración pública.
   La especie que cobró fuerza entonces es que, en 2011, como parte de un congreso de minería se hizo de unos centavos por vía de tratos indirectos en los que se valió de Héctor Zurita Brito, uno de sus operadores en la Sedeco.
   Según la versión, que nunca fue corroborada -aunque, a decir verdad, por esas fechas a nadie en el gobierno aguirrista parecía importarle investigar esos cochupos- por mediación de Zurita cuatro empresas mineras aportaron 50 mil pesos cada una para complacer al titular, lo que permitió a Castro Soto embolsarse 200 mil pesos libres de impuestos. El stand tenía un costo de 53 mil pesos, pero ese dinero nunca fue ingresado a las arcas oficiales.
   Otra especie que coloca bajo sospecha a Castro Soto es la de los puestos fantasma, cuatro cargos con nivel de jefe departamental en Sedeco que nunca fueron ocupados, pero cuyos emolumentos fueron utilizados para fortalecer las finanzas personales del titular. Si esa circunstancia anómala estaba pactada con Ángel Aguirre, sólo ellos lo saben.
   Pero algún sustento debe tener la ruptura que se produjo entre Castro Soto y Julián López Galeana, extitular del Fideicomiso Guerrero Industrial, ruptura que fue evidente en el último año de gestión del aguirrismo, cuando ambos exfuncionarios trabajaban en un completo divorcio administrativo pese a que compartían oficinas.
   Así las cosas, el gobierno de Héctor Astudillo debiera iniciar una auditoría profunda a las oficinas tanto de Sedeco como del Figuein, para determinar qué irregularidades existen y, en su caso, aplicar las sanciones correspondientes.
   Pudiera ser que, en lugar de dirigir el panismo acapulqueño, Castro Soto debiera estar respondiendo preguntas de un juez.
   Los panistas deberán pensar detenidamente la intención de su voto, si quieren rescatar a ese partido de la hoguera de las vanidades en el que está inmerso.


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