Epístolas
Surianas
(Carta a Don
Héctor)
De Julio Ayala Carlos
Julio Ayala Carlos. Periodista. |
EL ASESINATO DEL PERIODISTA
Francisco Pacheco Beltrán, como el de muchos otros guerrerenses que han perdido
la vida en esta era de violencia y descomposición social, no debe quedar impune
como la de otros periodistas, como tampoco los agravios que se han cometido
contra el gremio periodístico. Y es que, hasta ahora, y desde hace muchos años,
ningún caso se ha esclarecido.
Ciertamente es un gran paso el
que la Fiscalía General del Estado integre un grupo especial para investigar el
asesinato de nuestro compañero, pero eso no significa que se aclare el crimen y
se castigue a los responsables. Los periodistas exigimos justicia y castigo
para los asesinos.
Ojalá y así sea. Y es que
desde hace tiempo la ley no se aplica, de ahí que hoy en día la violencia se encuentre
estacionada en el país entero, incluido Guerrero. Ciertamente lo que
actualmente ocurre es consecuencia de lo que se hizo o se dejó de hacer por las
autoridades del estado. En este sentido, la violencia de hoy es el resultado de
las acciones, las omisiones e incluso las complicidades de las autoridades con
o para proteger a los delincuentes.
Hay que decirlo. La violencia
de hoy creció con el respaldo y apoyo de las autoridades, de tal forma que
incluso los delincuentes se incrustaron en algunos niveles de gobierno, y es
indudable que con el visto bueno de otros. Creció tanto que ahora, con diversas
complicidades, pueden infundir miedo y terror entre la población, como ocurrió
con Acapulco este domingo y lunes, ya con acciones de violencia o con anuncios
de ésta.
Lo ocurrido el domingo en el
puerto, no solo muestra que el crimen organizado tiene la capacidad suficiente
para enfrentarse y retar al Gobierno de la República, al atacar a la Policía
Federal de manera directa, sino que también cuenta con los miembros suficientes
para provocar el miedo entre la población al difundir enfrentamientos que en
los hechos no se dieron, de tal forma que en un momento dado se tuvo la idea de
que Acapulco se encontraba en un estado de guerra frontal, entre fuerzas del
orden contra narcotraficantes, lo que ocasionó que un día después la ciudad se
encontrara desierta.
Hay quienes suponen que el
gobierno del estado miente al señalar que los hechos del domingo se
magnificaron, en razón de que solo reconoce dos acciones de violencia cuando la
noche del domingo se difundieron videos de al menos 13 enfrentamientos. Sin
embargo, los hechos demuestran que sólo se registró un muerto y un herido, lo
que significa que únicamente ocurrieron dos “incidentes”, pues de haberse dado
los 13 las bajas entre policías federales y delincuentes hubieran sido más.
Sea como sea, lo cierto es que
el puerto de Acapulco amaneció el lunes pasado prácticamente desierto, e
incluso así se mantuvo durante la noche de ese día, lo que significa que el miedo
y el terror se apoderó de los acapulqueños, como consecuencia de la creencia de
que las autoridades no pueden con la delincuencia.
En efecto. Hay una creencia
entre la población que las acciones contra la violencia, o no son suficientes,
o no están dando los resultados que se requieren, en razón de que las
balaceras, ya entre fuerzas del orden y delincuentes, o entre éstos, ocurren de
manera continua, además de que los levantones, las ejecuciones y los secuestros
ocurren a diario. Sin duda que las autoridades de gobierno están haciendo lo
que suponen es lo conveniente, pero es también un hecho que las acciones no son
suficientes.
En este sentido, bien vale una
evaluación de las acciones que realizan los tres niveles de gobierno para
prevenir y combatir la delincuencia y disminuir los hechos de violencia, y no
solo en Acapulco, sino en todo el estado, pues todo indica que la estrategia
que se ha implementado no ha dado los resultados que la población requiere.
Cierto es que el combate a la delincuencia organizada la encabeza el gobierno
de la República a través de la Policía Federal y Gendarmería, así como el
Ejército y la Marina, pero también es cierto que el gabinete de seguridad
pública estatal no ha estado a la altura de las circunstancias, de ahí que se
hace necesario hacer los cambios correspondientes.
Y es que contra lo que se
diga, tal parece que la Secretaría de Seguridad Pública, así como el Consejo de
Seguridad, no existen, como tampoco parecen existir la mayoría de las
secretarías que forman parte del Ejecutivo estatal. Contrario al pasado, hoy
tenemos gobernador, que desde las primeras horas del día hasta las últimas,
anda de aquí para allá, atendiendo y resolviendo las demandas de los
guerrerenses, pero no se ven los distintos secretarios de despacho que parecen
estar muy cómodos atrás del mandatario estatal.
Comentarios:
julio651220@hotmail.com
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