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“Saulo el sicario, Pablo el
evangelista”
Por Kenia Guzmán Pérez
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Kenia Guzmán. Periodista. |
Me gusta escribir. Soy feliz escribiendo lo que siento y lo que pienso. No
escribo lo que no siento y lo que no pienso bien.
Hoy fui a la iglesia
presbiteriana a la que pertenezco por herencia de mi madre y me siento a gusto
en esta. Hoy escuché hablar del Evangelio de San Pablo y cómo predicarlo, pero
yo en realidad no soy de la gente que va a predicar, sino de la gente que va a
escribir. Ese es mi don. En las iglesias dicen, bueno en la biblia nos señalan que todos tenemos un
don para servir a Dios padre, para mí el don que me ha dado Dios es el de
escribir. Eso me gusta mucho y sé que a la gente también le gusta lo que yo
escribo.
Llevé a mi hija de 5 años y a
mi pareja, quien se veía aburrido y no entendía la predicación del pastor sobre
la misión del apóstol San Pablo, quien
se dedicó a predicar el Evangelio y el llamamiento que siempre hizo a
todos los pueblos y ahora naciones que visitó para aceptar y amar el Evangelio
de Cristo.
Yo se lo expliqué en pocas
palabras, tipo acapulqueño y de nuestros tiempos y se quedó fascinado. Le dije:
”El apóstol San Pablo antes de ser un hombre de Dios, fue un soldado romano, un
comandante del ejército romano, tipo sicario, que mataba cristianos a diestra y
siniestra por mandato de sus superiores y después lo hacía por gusto. Dicen que
era sanguinario. Odiaba a los cristianos.
Pero un día en un camino a Damasco,
el espíritu de Dios se le apareció y le habló y le dijo: “Saulo, Saulo (así se llamaba antes) ¿por qué
me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Ahí él cambio y
reconoció su maldad. Quedó ciego por
unos días hasta que se encontró con unos cristianos y aceptó el Evangelio y
después de ahí se dedicó a predicar la palabra de Dios por todo el mundo.
Después, cuando la gente lo
reconocía, decía: “¿Qué no es este Saulo el que mataba cristianos?”. Y él
contestaba que sí era él, pero que había cambiado y que no se avergonzaba del Evangelio
del señor Jesucristo.
Con esta predicación, me
acordé de toda esa gente que está dedicando sus pocos días a hacer el mal y
eliminar a gente buena tal vez por unos
cuantos pesos. Ojalá un día sean tocados
por Dios como San Pablo y pudieran cambiar su rumbo. Guerrero se los
agradecería mucho.
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