domingo, 17 de enero de 2016

Nada Personal. “Saulo el sicario, Pablo el evangelista”. Por Kenia Guzmán Pérez

 Nada Personal

·         “Saulo el sicario, Pablo el evangelista”

Por Kenia Guzmán Pérez

Kenia Guzmán. Periodista.
Me gusta escribir. Soy feliz  escribiendo lo que siento y lo que pienso. No escribo lo que no siento y lo que no pienso bien.
Hoy fui a la iglesia presbiteriana a la que pertenezco por herencia de mi madre y me siento a gusto en esta. Hoy escuché hablar del Evangelio de San Pablo y cómo predicarlo, pero yo en realidad no soy de la gente que va a predicar, sino de la gente que va a escribir. Ese es mi don. En las iglesias dicen, bueno en  la biblia nos señalan que todos tenemos un don para servir a Dios padre, para mí el don que me ha dado Dios es el de escribir. Eso me gusta mucho y sé que a la gente también le gusta lo que yo escribo.
Llevé a mi hija de 5 años y a mi pareja, quien se veía aburrido y no entendía la predicación del pastor sobre la misión del apóstol San Pablo, quien  se dedicó a predicar el Evangelio y el llamamiento que siempre hizo a todos los pueblos y ahora naciones que visitó para aceptar y amar el Evangelio de Cristo.
Yo se lo expliqué en pocas palabras, tipo acapulqueño y de nuestros tiempos y se quedó fascinado. Le dije: ”El apóstol San Pablo antes de ser un hombre de Dios, fue un soldado romano, un comandante del ejército romano, tipo sicario, que mataba cristianos a diestra y siniestra por mandato de sus superiores y después lo hacía por gusto. Dicen que era sanguinario. Odiaba a los cristianos.
Pero un día en un camino  a Damasco,  el espíritu de Dios se le apareció y le habló y le dijo:  “Saulo, Saulo (así se llamaba antes) ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Ahí él cambio y reconoció su  maldad. Quedó ciego por unos días hasta que se encontró con unos cristianos y aceptó el Evangelio y después de ahí se dedicó a predicar la palabra de Dios por todo el mundo.
Después, cuando la gente lo reconocía, decía: “¿Qué no es este Saulo el que mataba cristianos?”. Y él contestaba que sí era él, pero que había cambiado y que no se avergonzaba  del Evangelio  del señor Jesucristo.
Con esta predicación, me acordé de toda esa gente que está dedicando sus pocos días a hacer el mal y eliminar a gente buena tal vez  por unos cuantos pesos.  Ojalá un día sean tocados por Dios como San Pablo y pudieran cambiar su rumbo. Guerrero se los agradecería mucho.


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